Joaquín
Felipe no era del tipo que se aparecía antes de las nueve, por eso llegué temprano para asegurarme de estar listo para cuando llegara.
Lo que pasaba entre él y Laura me tenía inquieto. Quizás su relación no era solo un romance escondido en la oficina. Tal vez había más detrás de esa fachada de jefe simpático.
Vi entrar a Laura más tarde esa mañana, su andar relajado, sin preocuparse de nada. No había indicios de lo que había pasado la noche anterior. Ella simplemente seguía con su vida como si todo estuviera en orden.
A las nueve en punto, Felipe apareció, sonriendo y saludando a todos como si fuera el alma de la oficina.
Lo observé de cerca, cada movimiento, cada gesto. No dejaba ver nada.
Me acerqué a la máquina de café y lo vi servirse uno. Era mi oportunidad.
—¿Cómo estuvo tu noche? —le pregunté, fingiendo desinterés mientras me servía mi propio café.
Felipe soltó una risa ligera, esa risa que siempre parecía que estaba de buen humor, y me dio una palmada en la espalda.
—T