Ramiro
Desde que puse un pie en este país, me prometí que nunca más volvería a depender de nadie.
Pero aquí estaba, tres semanas después de escapar de las garras de Socorro y de casi cometer un crimen. Sobreviví de la única forma que encontré.
Las cosas no habían sido fáciles. Huir significó dejar todo atrás.
Al poco tiempo me quedé sin dinero, sin contactos y, bueno, terminé vendiendo lo único que me quedaba: mi cuerpito.
La pocilga donde dormía olía a humedad y desinfectante barato. Las paredes amarillas parecían disfrutar de mi desgracia.
Había una cama que chirriaba al menor movimiento y una silla rota al fondo.
"Pero al menos tengo un techo sobre mi cabeza."
Todo gracias a Margot.
Margot... Mi clienta recurrente. Una mujer alta, con una postura recta, siempre a punto de gritar órdenes.
Era guardia de seguridad y, aunque tenía un carácter autoritario, también era extrañamente comprensiva conmigo. Me hacía sentir… seguro, algo que no había sentido en mucho tiempo.
Además..