Camila
—Señores —comenzó a decir Mario—, debo ser honesto con ustedes. Este caso podría ir a juicio. Aunque Gustavo Andrade es el padre biológico de los niños, eso no garantiza que el tribunal le otorgue la custodia.
Apreté la mandíbula, pestañando varias veces para contener las lágrimas.
—Pero hay otra opción que podría fortalecer su caso y garantizar la estabilidad de Amy y Nathan.
—¿Cuál es? —pregunté, aferrándome a la mano de mi viejito como si de ella dependiera mi fuerza.
Mario nos miró con seriedad, preguntando con firmeza.
—¿Estarían dispuestos a adoptar a los niños?
Mi corazón dio un vuelco. Eso era todo lo que anhelaba, tenerlos siempre a mi lado, sin el miedo constante de perderlos.
—Sí —respondí segura, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a arder en mis ojos mientras la emoción me llenaba el pecho.
—Por supuesto que sí —añadió Joaquín, abrazándome por la cintura, su calor y apoyo siempre ahí—. Ellos son nuestros hijos, solo necesitamos que eso quede escrito en papel.
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