Hellen estaba sentada cómodamente en el sofá, con la laptop sobre sus piernas. Revisaba informes y documentos mientras, de reojo, observaba a Nicolás alimentar a los trillizos. Su esposo sonreía con dulzura, dedicando caricias y palabras suaves a cada pequeño mientras les daba de comer con paciencia infinita.
La escena era enternecedora, de esas que se graban en el alma.
Una sonrisa se dibujó en los labios de Hellen.
Él era el mejor padre… y el mejor hombre.
En realidad, a su lado se sentía plena. Segura. Amada.
Su mirada se detuvo un instante en el anillo que adornaba su dedo.
Todo parecía perfecto… incluso cuando sabía que en el fondo no lo era.
El sonido del televisor encendido captó su atención. Alzó la vista, justo cuando una noticia irrumpió en la pantalla:
—"Última hora: esta mañana se registró una explosión en las oficinas centrales de la empresa de la familia Fisher. Según los primeros reportes, hay varios heridos, entre ellos el señor Fisher. Los bomberos trabajan intensamen