Mundo de ficçãoIniciar sessãoMis palabras fueron espuma entre las olas, y muchas otras se perdieron entre el viento y el pánico. No había espacio para nada que no fuera él. Adrien, con su cuerpo temblando y su fuerza menguando, me señaló el bolsillo de su pantalón. Allí encontré un estuche pequeño, misterioso y conocido, él mismo de dónde sacó su pastilla aquella vez en la playa.
Lo abrí temblando y, entre lágrimas, le di una pastilla. Mi voz intentaba convertirse en un ancla: con palabras dulces, tranquilizadoras, que luchaban por sostenerlo.
—Tu voz… siempre… me sostiene… —farfulló él, con esfuerzo, tratando de tragar.
—Respira… tranquilo… yo estoy aquí… no voy a soltarte… —acaricié su rostro helado y algo dentro de mí se quebró.
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