«A veces lo que inicia como una gran locura se convierte en lo mejor de la vida.»
MÍA
Joaquín logró convencerme para quedarme en su apartamento, alegando que ayer perdimos la tarde juntos, que quería recompensarme y que me dejaría muy temprano en la mañana en mi casa para poder alistarme para ir a la universidad. No pude negarme. O, mejor dicho, no quise.
La cena en la casa de sus padres ha sido fenomenal. Son personas encantadoras y me trataron muy bien; en ningún momento me sentí analizada, ni escudriñada, ni mucho menos incómoda por mi pierna. Es obvio que ya sabían que era novia de Joaquín. Aprecio y valoro sus demostraciones de cariño. Me caen muy bien.
Ahora entiendo por qué no se lleva bien con algunos de ellos. Su padre apenas me dirigió la palabra; sin embargo, tampoco me hizo sentir incómoda. Su hermana mayor, Amelia, pasó casi la mayor parte del tiempo pegada a su padre como un imán y hablando de trabajo. Digamos que no se integró del todo, su actitud fue de total indiferenc