Darío observó a su esposa tomar una botella completa de whisky, quería detenerla, pero se daba cuenta de que solo estaba tratando de olvidar y de tener algo de paz.
—Fui una tonta, estaba ciega —sollozo la joven —hice hasta lo imposible para mantener mi matrimonio, era amorosa, atenta, para recibir algo como esto a cambio.
Darío no soportaba verla llorar y menos por el imbécil de su sobrino.
—Ese idiota no merece ninguna de tus lágrimas.
—Duele —respondió —duele dar todo y que te paguen de esta manera y no estoy llorando por él, eso lo hice hace tiempo atrás, siento rabia, estoy enojada —habló la joven soltando un suspiro pesado.
Darío se acercó y abrazó a Sofía, a pesar de que la odiaba al principio, sus sentimientos habían cambiado.
Con el pasar de los días llego a apreciar su presencia. Ella era dulce, alegre, le daba color a sus días.
—Ayúdame a olvidar, quiero por un momento dejar de pensar en todo esto.
Darío sintió cómo su corazón empezó a latir con fuerza, estaba ebria