CAPÍTULO 38

Marcos regresó a su casa tras haber discutido un rato en el jardín y, cuando miró las angustiadas caras de su abuelo y sobrino, maldijo por lo bajo, obligándose a respirar profundo para poder tranquilizarse.

—Tío Marcos —habló Teo, acercándose al joven hombre que se aferraba con fuerza al respaldo de un sillón—. Arce dice que es mi tía y que me llevará a vivir con unos abuelos que no conozco... ¿Eso es cierto?

Marcos negó con la cabeza mientras se mordía los labios, pero no respondió nada hasta volver a obligarse a respirar profundo.

El joven empresario estaba demasiado alterado, eran demasiadas las emociones que se revolvían en su estómago, así que estaba seguro de que lo primero que saldría al abrir su boca era vómito, por eso precisaba tranquilizarse mucho más.

—Teo —habló al fin el joven—. ¿Tú quieres conocer a esos abuelos? Las personas de las que habla Arcelia son los papás de tu mami.

—Yo no me quiero ir de esta casa —respondió el niño en medio de hipidos, terminando por llorar
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