VERONICAEl doctor comenzó a explicar lo sucedido con Daniela, prima de Bruno, su voz calmada y profesional, pero con un tono de gravedad que no podía ignorarse.—La sobredosis de Daniela la dejó en estado de coma —dijo el doctor, su voz resonando en la habitación—. Estamos haciendo todo lo posible para estabilizarla y mantenerla cómoda, pero es importante que entiendan que su situación es crítica.La madre de Daniela se desplomó en una silla, llorando desconsoladamente. Su marido se acercó a ella, tratando de consolarla, pero su rostro también estaba lleno de dolor y preocupación.Bruno se quedó paralizado junto a mi lado, su rostro pálido y su mirada fija en el doctor. Gabriel, su hermano, se acercó a él, poniendo una mano en su hombro en un gesto de apoyo.Los padres de Bruno, sentados en un rincón de la sala, se miraban entre sí con lágrimas en los ojos. La madre de Bruno se cubrió la boca con la mano, como si tratara de contener un grito de dolor.El padre de Daniela se acercó al
VERONICAMe senté en el restaurante del hospital, rodeada de mesas vacías y el murmullo de las conversaciones en voz baja. Frente a mí, dos hombres me miraban con expresiones diferentes. Uno de ellos, el que parecía ser mi amo, me observaba con una intensidad que me hacía sentir incómoda. El otro, en cambio, me sonreía con una calidez que me hacía sentir un poco más relajada.No sabía cómo manejar la situación. Por un lado, estaba mi jefe, mi amo, que me trataba como una posesión. Por otro lado, estaba su hermano, que parecía querer ser mi amigo. No entendía cómo podía haber tanta diferencia entre ellos.El aire en el restaurante se volvió tenso, y pude sentir la ansiedad que me estaba consumiendo. ¿Qué debía hacer? ¿Debía seguir las órdenes de mi amo, o intentar conectar con su hermano? No sabía qué camino tomar, y la incertidumbre me estaba matando.—Deben estar más unidos que nunca —les dije a Bruno y Gabriel—. Los padres de Daniela necesitan nuestro apoyo en este momento.—Nosotro
VERONICASentada en la parte delantera del auto de mi jefe, miré la puerta de mi casa y suspiré, tomando fuerzas para ingresar. Bruno, mi jefe, notó mi nerviosismo y me preguntó:—¿Te noto muy nerviosa, Verónica? ¿Todo bien?Me tomé un momento para responder, intentando encontrar las palabras adecuadas.—Mi familia no es para nada fácil —le dije finalmente—. Hay ciertas... dinámicas que pueden ser un poco complicadas.Bruno me sonrió y me puso una mano en el hombro.—No debes preocuparte por eso —me dijo—. Yo sé cómo sobrellevar las cosas. No te preocupes.Me sentí un poco aliviada al escuchar sus palabras, pero también un poco incómoda al saber que él pensaba que mi familia era un problema que necesitaba ser "sobrellevado".—Son muy buenas personas —le dije—. Y los amo mucho. Pero... pasa algo entre ellos y yo, sobre todo entre mi papá y yo, que hace que las cosas se pongan un poco tensas cuando llego a casa.Bruno me miró con interés, y pude ver que estaba genuinamente preocupado po
VERONICA—Bruno es el hombre más atractivo que he visto en mi vida —dijo Verona, mirándolo con admiración mientras él charlaba con nuestra madre—. ¡Es tan guapo y carismático! Me hace sentir como si estuviera en una película de Hollywood.Me reí y mordí una manzana, tratando de parecer indiferente mientras observaba a Bruno con el rabillo del ojo. Mi madre parecía encantada de hablar con él, y él estaba siendo su habitual yo carismático, sonriendo y riendo con facilidad.Cosa que me parecía extraño, ya que por lo general, era un dolor en el culo.—Recuerda que tienes esposo —le recordé a Verona, tratando de mantener una actitud neutral mientras Angélica se limaba las uñas con una sonrisa en el rostro.Angélica levantó la vista y se encogió de hombros.— ¿Qué tiene de malo reconocer el atractivo de otros hombres? —preguntó—. No somos ciegas, sentimos. Y Bruno es definitivamente un hombre que llama la atención.Verona asintió con entusiasmo, sus ojos brillando con diversión.—Sí, es ver
VERONICAPaso su mano por mis glúteos, levantándome el vestido y suspire cuando la palma acaricio mis glúteos expuestos ante sus ojos.—Estas mojada—acuso y cerré mis ojos—tanto me deseas.—Me deseas, ¿verdad? —preguntó Bruno, su voz baja y sensual.—Sí, amo —respondí, mi voz apenas audible—. Te deseo con todo mi ser. Quiero sentir tus manos en mi piel, tu boca en la mía.Bruno se acercó a mí, su mirada intensa y ardiente. —Yo también te deseo —dijo—. Quiero poseerte, hacerte mía.Me sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo al escuchar sus palabras. Sabía que estaba dispuesta a entregarme a él, a dejar que me dominara y me hiciera sentir suya.—Por favor, amo —supliqué—. Tócame. Hazme sentir tuya.Bruno sonrió, una sonrisa lenta y sensual.—Lo haré —dijo—. Te tocaré, te besaré, te haré mía.Me sentí un poco temblorosa, pero también excitada por la forma en que me miraba. Sabía que estaba en sus manos, y que él podía hacer conmigo lo que quisiera. Y eso me gustaba.—Mi familia amo, podrí
VERONICA—Papá, por favor, no es momento para que discutamos —le dije, tratando de mantener la calma.—¿Entonces cuándo, Verónica? ¿Cuándo vamos a tener esta conversación tú y yo? —respondió él, su voz cargada de frustración.—No lo sé, pero no creo que sea este el momento. Hace tiempo que no vengo a casa y quiero pasar un día agradable con ustedes —intenté explicar.—No vienes a casa porque tienes miedo de afrontar tus deberes —afirmó él, su tono acusatorio.—No, no vengo a casa porque no quiero pelear contigo —repliqué, sintiendo cómo la tensión aumentaba.El ambiente se sentía cada vez más tenso. Amo a mi padre, pero nuestra relación siempre ha sido complicada. Me duele saber que nuestras discusiones son una de las cosas que más me afectan. En ese momento, deseaba poder disfrutar de mi visita sin conflictos, pero parecía que eso era algo que estaba fuera de mi alcance.—Papá, por favor, no es momento para discutir esto —dije, intentando mantener la calma mientras nos preparábamos p
VERONICA.—Hola, Verónica —dijo Bruno, su voz baja y controlada, pero con un tono de desagrado—. ¿Quién es... este? —La forma en que dijo "este" me hizo sentir incómoda, como si Azael fuera algo desagradable.—Este es Azael, un amigo —respondí, intentando sonar natural.Bruno asintió brevemente, su mirada recorriendo a Azael con desdén. Azael, sin embargo, se levantó y extendió la mano, sonriendo.—Mucho gusto —dijo, pero Bruno no respondió, simplemente ignorándolo.El silencio que siguió fue incómodo y pesado. Bruno se quedó allí, con una expresión ilegible en su rostro, mientras Azael y yo nos mirábamos nerviosamente.—Ya puedes irte —dijo Bruno finalmente, con un tono de voz que parecía una orden, sin siquiera mirar a Azael.Azael se quedó sorprendido, y yo me sentí incómoda por él.—Bruno, no tienes que ser tan grosero —le dije, intentando defender a mi amigo.Bruno me miró, su mirada intensa y desafiante.—No estoy siendo grosero, estoy siendo directo —respondió, su voz baja y co
VERONICABruno me tomó de la mano y me llevó a un lugar íntimo. Me sentó en una silla y se puso detrás de mí. Me susurró al oído, su voz baja y sensual.—No te muevas —me dijo—. Solo siente.Me sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Su voz era como una orden, y me gustaba. Me gustaba la sensación de estar bajo su control.Luego, me cubrió los ojos con una suave venda de seda. La oscuridad me envolvió, y mis otros sentidos se agudizaron. Sentí sus manos en mis hombros, y luego en mi cuello, acariciándome con suavidad.—Eres mía —me susurró al oído—. Solo mía.Su voz era como un susurro en la oscuridad, y me sentí completamente suya. Me sentí relajada, pero al mismo tiempo, mi corazón latía con fuerza. No sabía qué iba a pasar después, pero estaba dispuesta a dejarme llevar.Mi amo continuó acariciándome, sus manos moviéndose con precisión sobre mi piel. Me sentí en un estado de trance, como si nada más importara excepto él y yo. La oscuridad y la incertidumbre me hacían sentir más vi