El peor castigo: 9. Lamento que creas que mi hijo es un problema para ti
Matías no pudo conciliar el sueño esa noche, no después del beso que le había robado a Emma, y que, cínicamente, ella le había correspondido. ¿Qué carajos le había pasado? ¿Por qué tuvo que dejarse llevar por lo que… irremediablemente sentía?
Eso no podía volver a repetirse.
Echó un vistazo al reloj en su veladora. Casi las tres de la mañana.
— ¡Esto es el colmo! — gruñó, y se tapó la cara con la almohada en un acto desesperado.
Saltó fuera de la cama apenas se dibujó el alba. Iba a ser un completo caso perdido si insistía en dormir, pues la mujer a dos habitaciones lejos de la suya, no solo le estaba robando el sueño, sino lo poco que le quedaba de cordura.
Se alistó en menos de nada, y en un par de minutos, bajó a la sala principal.
— Buenos días, señor — ya su jefe de escoltas estaba allí.
— Buenos días. ¿Emma ya bajó?
— No, señor, llevo una hora aquí y no la he visto.
Matías suspiró.
— ¿Lo tienes todo listo ya?
— Sí, usted dirá cuando volamos.
— En este momento. Prepara el auto — y