El peor castigo: 8. Matías no puede evitar besar a Emma
Cuando una bondadosa enfermera la ayudó a asearse y a peinarse, dos de los escoltas de Matías entraron luego de llamar a la puerta.
— Señorita Emma, tengo órdenes de…
— Lo sé — lo interrumpió con voz apagada, y se despidió amablemente de aquella dulce mujer y tomó el pequeño bolso que le había facilitado con algunas cosas personales. Todas enviadas por Matías.
— Permítame — le dijo uno de los hombres del padre de su bebé con amabilidad.
— Yo puedo llevarlo.
— Lo sé, señorita, pero es mi trabajo. Usted está con mi jefe y mi deber es servirle también.
Las mejillas de Emma se sonrojaron.
— Él y yo… no estamos juntos — replicó con la mirada baja, y en eso, apareció Matías por detrás, estresado por la tardanza.
— Por supuesto que no lo estamos — dijo con arrogancia, y miró a uno de sus nuevos escoltas con cierto enojo —. No es para esto que te pago, así que muévete — y le quitó la maleta de mano. Él mismo la llevaría. Luego, se dirigió a Emma —. Camina.
Emma obedeció sin entusiasmo, pero ta