El peor castigo: 7. Sé a lo que te dedicabas
Le dieron el alta tres días después, y aunque Matías no se había movido del hospital desde entonces, no volvió a entrar a verla, no cuando la mujer, que probablemente le iba a dar un hijo, lo desestabilizaba de aquella forma.
— ¿Lo tienes? — le preguntó Matías a su jefe de escoltas cuando lo vio llegar.
— Sí, señor — y le entregó un sobre con el documento de viaje en el interior.
Matías lo revisó y asintió.
— Bien, prepáralo todo para que volemos mañana a primera hora.
— Enseguida, señor.
Cuando desapareció de su campo de visión, Matías tomó el aire y se dirigió a la habitación de Emma.
Emma alzó el rostro al escuchar que la puerta se abría, y entonces lo vio. Lucía tan imponente como siempre dentro de aquel traje de firma. Era fácil cortarle el aire a cualquier mujer.
Entró sin mirarla y colocó un sobre frente a ella.
— ¿Qué… es? — quiso saber. No había vuelto a verlo después de aquel día, incluso, creyó que había desistido de aquella idea de… llevarla a Brasil.
— Es tu pasaporte, vol