14. Amaba a Amelia Santos de Cienfuegos
Amelia no logró conciliar el sueño luego de esa noche, así que se dio por vencida, y como a eso de las cuatro, salió de la cama y se alistó para dar inicio a sus actividades.
Miró la lista y comenzó por la lavandería. La ropa de Cristóbal, en especial, fue la que le tocó lavar, así como limpiar su habitación y una sección del salón principal.
Como a las siete, cuando ya casi terminaba, Brazilia apareció.
— Señora, ¿Qué hace despierta a esta hora? — le preguntó la amable mujer, sorprendida — ¿Usted limpió todo esto?
Las mejillas de Amelia se sonrojaron.
— No podía dormir. Espero no sea un problema para nadie.
— ¿Cómo podría serlo? ¿Se le olvida que usted es la señora Cienfuegos?
— La señora Cienfuegos sigo siendo yo — de pronto, la voz de Caterina Alves irrumpió en el salón con arrogancia y autoridad — ¿Qué es todo esto? ¿Dices que limpiaste? — la mujer pasó un dedo por encima de un objeto que, a simple vista, estaba impecable y reluciente, y miró a Amelia por encima del hombro —