49. Sus rugidos Salvajes.

—¡Ay! —exclama Annie, llevando una mano a su vientre. Es la primera vez que siente una patadita de la bebé, pero el gesto de ternura no aleja la angustia que crece en su pecho a cada segundo.

Sin dudarlo, cierra los ojos y concentra su mente en ubicar al perro, transformándolo rápidamente en la figura poderosa e imponente del Alfa.

Espera que Salvador esté lejos de Vanessa; si no, su verdadera identidad quedará al descubierto, igual que la de Arón. Un efecto dominó que podría acabar en desastre.

—¡Ay! —grita de nuevo, más fuerte. Los pasos de su fiel amigo resuenan en la figura del Alfa, aproximándose a toda velocidad.

Él no pronuncia ni una sola palabra. La carga con cuidado y atraviesa el lugar, lanzando un vistazo severo a los rostros de los ancianos, quienes permanecen desconcertados.

Ninguno se atreve a intervenir, prefiriendo regresar al comedor para limpiar el desastre.

Al llegar a la habitación del Alfa, Annie le indica con un leve movimiento que la baje. En cuanto siente el s
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