102. Zadquiel no puede ser prisionero.
Narrador Omnipresente.
Zadquiel, bajo los efectos de una droga mezclada con licor, no puede controlarse. Parece un adolescente enloquecido, riendo y moviéndose con una energía desbordante. Su risa resuena en el bar, atrayendo miradas, especialmente aquellas que son peligrosas.
El ambiente es sofocante. La música retumba en las paredes, mezclándose con el murmullo de voces y el estruendo de vasos chocando. Las luces de neón parpadean, tiñendo los rostros con un juego de sombras rojizas y azules.
El aire está impregnado del humo de los cigarros y alcohol barato. Entre la multitud, algunos observan a Zadquiel con diversión, creyéndolo un borracho más, pero otros, los más peligrosos, lo miran con interés depredador.
En un rincón, un grupo de centinelas de Anubis no les quita la mirada de encima.
Desde que Hades cruzó la puerta, lo reconocieron de inmediato. Pero jamás imaginaron que este sería el día de su suerte.
Porque, además del dios del Inframundo, también ha llegado el ángel, otro h