KATIA VEGA
El viñedo del señor Torrejón parecía un paraíso. Era hermoso y amplio. Tal vez no era tan memorable como el de mi abuela, pero sería suficiente para que la empresa no sufriera pérdidas considerables mientras nuestro viñedo familiar era reconstruido y recuperaba su antigua gloria.
—De lo que salía de la finca de tu abuela, se tenía que destinar una parte de las ganancias a tus padres. Dado que se perdió… pasará mucho tiempo para que ellos vuelvan a ver un centavo —dijo Marcos con la vista fija en la plantación mientras arrullaba a Paula.
—¿No importa que la empresa siga produciendo? —pregunté jugueteando con Daniela, quien se aferraba a mi mano mientras mordisqueaba mi meñique, parecía una cachorra de lobo y no una humanita.
—No, el contrato estipula que solo lo que correspondiera a ese viñedo familiar. Tomando en cuenta que, desde que se planta la vid hasta que da frutos que puedan ser útiles para el vino, hay un lapso de entre cuatro y ocho años, bueno… tus padres tendr