MARCOS SAAVEDRA
Después de esa maldita visita, tuve que refrescar mi rostro en el baño, me sentía abrumado y nervioso. Lo que más me preocupaba de todo esto era perder a Katia.
En cuanto me vi al espejo noté una mancha carmín en el cuello de mi camisa. ¡Stella! ¡Ella había puesto ese labial ahí! Lleno de rabia me quité el saco y la corbata, salí furioso del baño y presioné el botón del comunicador mientras me quitaba la camisa. —Necesito una camisa nueva de inmediato —le pedí a mi secretaria.
De pronto un destello llamó mi atención. En el edificio contiguo había algo que brillaba con tal intensidad que parecía visible a esa distancia. Entorné mis ojos buscando el motivo de esa