—De acuerdo —accedió Anja y Milo resopló en señal de asentimiento.
Dos horas después un chico sonriente los alcanzaba en el estacionamiento del edificio de oficinas y les entregaba una pequeña bolsa de regalo.
—¡Billy! ¿Qué tal? ¿Cómo han estado? —Lo saludó Milo con un abrazo.
—¡Movidos, hermano,