La pelea entre los dos Ulfhednars empezaba a alargarse más de la cuenta.
La espalda desnuda de Gydeon golpeó el grueso tronco de un fresno mientras que los fuertes brazos de Keerd le impedían moverse.
-¿¿SE PUEDE SABER QUE TE PASA??- gritó Gydeon –¡¡ Como has podido…forzarle!! ¡¡Eso no es propio de nosotros!!-
Con un rugido, Keerd cambió, aunque solo fueron unos segundos, el color de sus ojos.
-Le vas a decir a mi esposo que no puede quedarse en tu casa- masculló Keerd.
-¿Por qué le has intentado forzar?- inquirió Gydeon, forcejeando con él.
-Ya le he pedido perdón- gruñó.
-¡Eso no será suficiente Keerd!- reprochó el otro.
Propinándole una patada, Gydeon se lo apartó ganándose una feroz mirada de su Alfa.
-Ha de volver- escupió Keerd, moviéndose en círculos, vigilando al otro.
Tanto Shelly como Adelain junto a los demás, presenciaban la pelea.
-¡¡Por los dioses, se puede saber qué pulga os ha picado??- inquirió la cas