Capítulo 117. Un olor familiar.
—¡Ramiro!—, exclamó Félix en uno de los pasillos de la mansión.
—¿Señor?
—Ya tienes más de un año trabajando para nosotros. Te has convertido en alguien de confianza. Pero, ¿estás listo para demostrar tu lealtad?—, preguntó Félix.
—Por supuesto, señor Félix. Estoy listo para hacer lo que usted me diga.
—Perfecto—, Félix sólo dijo eso y comenzó a caminar por el pasillo.
Ramiro se quedó un poco confundido porque no entendía nada.
En ese momento empezó a sonar el comunicador de Ramiro y por primera vez desde que estaba en la mansión, le habló Urdaneta a través del mismo.
—Ramiro...
—¿Urdaneta?
—El señor Félix te ha subido de rango. Ahora eres oficialmente uno de nosotros. Te veo en el muelle en una hora. Hoy haremos tu primer trabajo oficial—, explicó Urdaneta.
—Si, claro. Por supuesto.
Félix Lancer era por mucho el hombre más narcisista y engreído de toda la ciudad. Nunca antes un alcalde se había dado el lujo de alquilar el parque de diversiones más grande del mundo para celebr