—Levanta la barbilla —ordenó Sawyer tomando a Lucy por sorpresa y sacándola de la nebulosa del orgasmo..
Ella lo hizo.
—Siéntate sobre tus rodillas. —Señaló la esquina del ascensor detrás de ella—. Y separa las piernas todo lo que puedas. —Ella lo hizo.
Le encantaba la manera en la que él le daba las órdenes. Eso era algo que podía manejar bien, le encantaba cumplirlas.
En el momento en que sus rodillas se separaron, la mandíbula de Sawyer se tensó. Hasta ese instante, su mirada había sido distante, casi insensible. Ahora sus ojos brillaban intensamente, iluminados con una crudeza intensa.
De repente, se arrodilló frente a ella, inclinándose hacia adelante y cerrando los ojos. Fiel a su palabra, seguía sin tocarla. Pero respiró profundamente, y ella vio cómo se dilataban sus fosas nasales, acentuando los ángulos agudos de su rostro.
—Hueles a cielo —dijo en voz baja— y al paraíso. —Abrió los ojos—. Sawyer la miró fijamente durante un largo rato. —Eres perfecta, ¿lo sabías? —susu