—Está bien, confío en ti. Eres como un niño, casi sesenta años y todavía actúas así —bromeó Evelyn, retirando su mano.
La burla solo hizo que Gordon se sintiera más feliz. Sonrió y suavemente le recordó:
—Descansa ahora. Tengo que ocuparme de algo y volveré pronto.
No quería irse; quería quedarse a