Riley caminó hasta llegar cerca de los baños, a un lugar tranquilo donde no había nadie, y entonces soltó a Bianca.
Sus ojos, rasgados como los de un zorro, estaban llenos de ira mientras preguntaba con desagrado:
—Bianca, ¿sabes siquiera lo que estabas haciendo hace un momento?
Bianca alzó con arr