Sabor amargo

Más tarde, cuando Isabella duerme, Alexander se queda en la sala. Mira la foto enmarcada de los trillizos. Emma, con sus rizos revueltos. Gael, con esa sonrisa ladeada. Liam, que lo observa como si supiera todo lo que pasa.

Se levanta, va a la cocina, y sirve un vaso de agua. Lo bebe con lentitud. Intenta tragarse la amargura.

Entonces toma su teléfono. Escribe un mensaje.

> "No te perdono, pero tampoco te destruiré. No por ti. Por ella."

No lo envía.

Lo borra.

Y se queda mirando la pantalla como si en ella estuviera la respuesta a todas sus preguntas.

El reloj marca las diez y media cuando Alexander se levanta del sofá, incapaz de encontrar descanso.

Isabella duerme en la habitación con la puerta entreabierta, y la casa se ha sumido en un silencio que pesa como plomo. Pasa por el pasillo, sus pasos casi inaudibles, hasta llegar a la habitación de los niños.

No sabe qué lo impulsa a entrar, pero lo hace. Empuja suavemente la puerta y los encuentra en sus camas, enredados entre cobija
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