El sonido de las notificaciones no cesa.
Isabella observa la pantalla de su teléfono como si fuera un enemigo.
Cada nuevo mensaje, cada alerta, es un golpe seco en el pecho. No quiere mirar, pero lo hace.
Contra su voluntad, sus ojos recorren los titulares. Su rostro aparece una y otra vez, captado en una imagen difusa, distorsionada por una edición torpe, pero efectiva.
A su lado, un hombre al que odia con toda el alma: su antiguo jefe.
"Isabella Reyes: ¿talento o amante convenida?"
"Filtran video comprometiendo a la madre de los hijos del CEO Blackwood."
"Escándalo en Blackwood Enterprises: ¿acostándose para ascender?"
Las palabras se clavan como agujas, y por un segundo, se queda sin aire. Siente que el piso se desmorona bajo sus pies, que el mundo vuelve a burlarse de ella de la forma más cruel. Otra vez. Otra maldita vez.
Se queda mirando a la nada en un intento por procesar lo que está viendo.
"¿Qué demonios le sucede a la vida conmigo? ¿Qué hace hecho en