Los ojos de Natalia se humedecieron al instante.
Una lágrima traicionera se deslizó por su mejilla y luego otra y otra.
La había elegido.
Fabián la había elegido por encima de Ana Paula.
Su corazón no dejaba de latir acelerado en su pecho.
Era como una locomotora desbocada que acababa de perder el freno.
Oh, incluso sentía que podía ponerse a dar saltitos de emoción como si fuera una niña chiquita.
Porque estas lágrimas que salían de sus ojos no eran de dolor como las muchas otras que había derramado a lo largo de toda su vida.
No.
Estas eran lágrimas de felicidad. De una felicidad genuina.
—Por favor no llores, Natalia —le suplicó el hombre y su voz le pareció la más hermosa de todas.
Recién acababa de darse cuenta de lo guapo y bello que era este hombre.
Y era suyo.
Se lo acababa de confesar.
Natalia sintió que no podía más con tanta dicha.
Así que negó súbitamente.
—No lloro —se dio cuenta de que más lágrimas salían de sus ojos y luego se corrigió de form