—Maldición —murmuró en voz baja, mientras se bajaba del auto con premura y le daba la indicación a su chofer de regresar a la casa.
Tenía un mal presentimiento con respecto a esta noche, pero no estaba dispuesta a retractarse de su decisión de asistir.
Si permitía que Adriel controlara su vida, ¿entonces qué quedaría de ella para el futuro próximo?
¿Cómo sería su vida de ahora en más?
Sí, iban a casarse, eso era un hecho, pero aún no estaba dispuesta a perder su libertad ni su libre albedrío.
Su esposo tendría que aprender a adaptarse a las circunstancias.
Además… Esposo.
Sentía que esa era una palabra demasiado extraña.
Jade negó con la cabeza y se concentró únicamente en lo que había ido a hacer a ese sitio: bailar, relajarse, disfrutar con sus amigos.
Al cruzar la puerta de la discoteca, quedó asombrada ante la mezcla de música y luces estroboscópicas, las cuales reflejaban las figuras de personas bailando y rostros extasiados.
Esa era la primera vez que acudía a ese tipo