Jade necesitaba un poco de alcohol luego de haber dicho tantas mentiras juntas.
—Gracias por tu ayuda —le dijo a Adriel, mientras intentaba alejarse para tomar caminos distintos.
La farsa había terminado, así que ahora se suponía que su buen amigo se iría a su casa y ella, pues, tenía una invitación pendiente a la cual asistir.
El asunto era bastante sencillo.
Con la diferencia de que en realidad no lo era.
O al menos su prometido no pensaba dejárselo nada fácil.
—¿Q-qué sucede? —preguntó con un inesperado tartamudeo, cuando sintió que la mano de Adriel se cerraba en torno a su brazo derecho.
Al encontrarse con su mirada, se percató de que había un fuego extraño en sus ojos de océano.
El mar y el fuego no se mezclaban, pero estos parecían haberse transformado en una mezcla completamente inhumana.
Un monstruo.
Uno que recién empezaba a descubrir.
—¿A dónde vas? —Su inquisición estaba cargada de propiedad, como si de un momento a otro poseyera todo el derecho del universo para