CONNOR
Abrí los ojos tras descansar y vi a Jacob sentado en la silla cerca de la ventana. Me estaba volviendo bastante bueno para distinguir a las personas por sus cuerpos o por tener sus rostros en mi visión periférica.
—Tienes una mancha en la camisa, hermano —dije. Mis ojos estaban enfocados en su cara, con los ya familiares puntos negros allí. Abajo, un poco más bajo de donde se centraba mi vista, alcanzaba a distinguir una mancha grasosa.
—¿Ah? —preguntó, dejando su libro y poniéndose las manos en la camisa—. Ah, demonios. Jack me lanzó un puñado de cereal esta mañana. Pensé que había sido lo suficientemente rápido para esquivarlo —soltó su camisa y me miró—. ¿Cómo te sientes, chaval?
Gruñí como respuesta.
—Solo quiero que esta maldita cosa se termine ya.
—Lo entiendo. No hay nada divertido en apurarse para seguir esperando.
—Ni siquiera me duele la cabeza ya. ¿Por qué demonios no pueden hacer la cirugía ahora?
Suspiró.
—¿Y eso qué significa? —me quejé—. ¿Por qué andas suspiran