CONNOR
CUATRO AÑOS DESPUÉS
Me encantaban mis viajes mensuales. Tres días de ir a donde me llevara la historia, viajando a los rincones más remotos del mundo que me llamaban. Solo yo y mi cámara.
Pero no había nada, y lo digo en serio, nada como volver a casa.
Estaba de pie frente a la puerta de mi hogar, sabiendo que al otro lado habría un caos total. Los niños estarían corriendo como locos, como de costumbre, y Megan haciendo lo posible por seguirles el ritmo.
No dudaba en entrar porque no quisiera enfrentarme a eso —nada más alejado de la verdad. Me detenía por la misma razón de siempre.
Porque quería saborearlo.
Abrí la puerta y entré. Al principio no escuché nada. Nuestra casa tenía tres pisos, en la misma urbanización que Jacob y Danielle —de hecho, a solo unos minutos de ellos. Y su tamaño significaba que a veces los niños podían alejarse tanto que no se les oía.
Pero entonces un chillido desde afuera rompió el silencio, y supe exactamente dónde encontrar a mi pequeña tropa.
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