No habría sido para tanto, habría sido algo que podría haber arreglado yo sola, quizá porque estaba embarazada.
Mi voz se tiñó de sollozos.
La agresividad contenida explotó en ese momento.
—Todos me intimidaban cuando ustedes no estaban.
Los que fueron al aeropuerto temblaban, apoyándose en las mesas.
¡La "desesperada" que burlaron era la verdadera señora Gustavo, Helina!
Un arrepentimiento agudo los invadió.
Había llevado el brazalete.
Había dicho que era Helina.
Ahora temían el castigo.
De repente, Jacinta Villalba, amiga de Rosa gritó:
—¡Joaquina! ¿Contrataste actores? —se burló—.
—Si son tan buenos, Rosa puede conseguirles agente.
—Eres tan pobre que ni ropa tienes.
—Te regalo mi vestido usado. Así no avergüenzas a Salvador.
Jacinta llegó tarde. No vio a Rosa adulando al niño de Helina.
Rosa la trataba como sirvienta. Ignoraba el rostro de Gustavo o su niño.
Solo quería cazar un millonario.
Como insultarme complacía a Rosa, Jacinta rió estridente.
Pero nadie se unió. Todos la mirar