Al beber agua, recuperé el aliento.
—Pero es León.
—¡Lo sé! —dijo Lidia—. Tu tesoro. Aunque ese diablillo es tan letal que no necesitaba protección.
Ignoré su comentario:
—¿Dónde están padre e hijo?
Sus ojos brillaron:
—Vengándote. Quería unirme, pero...
—Tu marido e hijo dan miedo. Preferí quedarme contigo.
Puse cara de falsa ofensa:
—¿Te molesta acompañarme?
Ella me miró exasperada:
—Joaquina, cuando llegué ya estabas inconsciente.
—León palideció al verte desmayada.
—Gustavo Matías miró al niño como si quisiera matarlo.
—Tras llevarte al hospital, León clavó el tenedor en la mano de Rosa Rey.
—No sé de dónde sacó tanta fuerza.
—Luego Gustavo supo que Salvador Rey te abofeteó hace tres días, rompió tu regalo, y cómo Rosa te humilló.
—Hizo que sus guardias inmovilizaran a Salvador y cortaran la mano que te golpeó.
—León observó sin pestañear. Un pequeño demonio.
—¡Y más! La cara de Salvador quedó hecha un tomate.
—Como Rosa codiciaba tu pulsera, Gustavo trajo un cajón de gemas y la ob