Fue posiblemente lo más doloroso que tuvo que experimentar luego de conocer su compromiso con el idiota de Richard.
Dar a luz, se refería.
Lo cual era un poco jodido, porque apenas sintió el llanto de vida en su pequeño, fue como si todo se borrara de su mente y solo quedará amor. Tal cual si robaran un pedazo de su alma y lo llenarán de nada más que amor incondicional. Elena no podía sentir la mayor parte de su cuerpo, pero de todas maneras, estaba llorando de felicidad, mientras ponían a su hijo sobre su pecho y la ayudaban a sentirlo, solo para que el pequeño sintiera su corazón. Ella observó a su hijo, su propio hijo, con pequeñas muecas arrugadas y su piel opaca, y a pesar de que no debería serlo, jamás había visto algo más hermoso en su vida.
Era algo suyo y era hermoso.
—Es un niño —escuchó que alguien decía—. Hora de nacimiento; once y trece de la noche, en perfectas condiciones, un poco apresurado, pero bien.
—Es un niño, Elena —le dijo Noah, a pesar de que recién lo