Apenas entraron a la mansión, en la noche de bodas en la que supuestamente iban a consumar el amor que profesaban el uno al otro, cuando ya solo estaban ellos dos en la casa y el gentío se quedó detrás de la enorme alberca, la bajó.
En el camino del jardín hasta el hogar la cargó como a una esposa recién casada, cosa que era.
Se puso derecha y toda sonrisa y gesto de emoción se borró de su cara. Le sostuvo la mirada a Damián.
—No pretendas culparme por lo que pasó sabiendo que me dejaste sola en esto e hice lo que creí correcto.
Él se cruzó de brazos y recostó su espalda en la puerta, también mirándola fijamente.
—Bueno, Clarissa, ¿no pensaste que tú vientre podía dar lugar a malas interpretaciones sobre lo sucedido? ¿Tu ex sabe de esto, por cierto?
Sonrió amargada y rio bajo. Tenía los ojos llorosos.
—Si me hubieras escuchado realmente, recordarías que no le interesa en lo más mínimo lo que tenga que ver conmigo o mi bebé, porque ya se lo he dicho. Y no, no imaginé que se iba a pr