Nino
En el momento en que las angustiadas llamadas telefónicas de mis amigos comenzaron a ser para mis padres y no para mí, comprendí que debía ser fuerte y regresar. La necesidad de refugio que sentía no había conseguido nada más que preocupar a quienes me apreciaban, aun cuando no parecía ser digna de ello. Fue así como me despedí entre lágrimas de los cariñosos brazos de mi madre, buscando volver con valentía a afrontar la decisión que yo misma había tomado. Creo que nunca me fue más difícil abandonar la casa de mis padres como ese día, en que el vacío que entraba a borbotones por las puertas y ventanas de mi hogar me recibió.
Casi de inmediato comencé a recibir las visitas de mis amigos, incluido Tomás, quienes se esforzaron en hacerme sentir mejor e intentar que la culpa no se sintiera como un puñal. Mil veces intenté explicarles, a modo de disculpa por el daño causado, pero cada vez que hablaba me ahogaba en lágrimas y recuerdos. Nadie hizo preguntas, no sé si fingían entenderlo