Nino
¿Se había terminado todo? ¿Incluso sin que algo hubiese comenzado realmente?
Mis teorías eran: o me había excedido a tal punto que Manu decidía remarcar la distancia y terminar con sus intentos de vida normal, o me odiaba. Ambas eran terribles, pero desde el fondo mi corazón prefería que me odiara a que volviera a encerrarse o dejara de sonreír por mi culpa. Me daba pánico provocar un retroceso y, aunque violara mi promesa de ir con calma, le escribí cuando se cumplieron catorce días desde mi metida de pata:
"¿Me odias?"
"Jamás", respondió Manu en cuestión de segundos, lo que dejaba como alternativa solo una de mis teorías.
"¿Entonces volveremos a hablar?", pregunté.
"Lo siento, pero estoy ocupado", sentenció.
"¿Es mi culpa? Puedes decirlo, soy muy fuerte."
Como Manu dejó de contestar, la mañana siguiente tomé mi mejor sonrisa y me dispuse a obtener respuestas en forma personal, o al menos a intentar enmendar mi grave error. Toqué el timbre una y otra vez, pero nadie salió. T