Yaritza, ebria, su mente ya estaba en modo de espera, y sin pensarlo dos veces, afirmó con la cabeza.
La risa de David se profundizó una vez más, y en sus ojos, se encendió una leve luz que solo pertenecía a la chiquilla. Esa luz tenía un nombre: el ser amado.
De repente, ¡una estrella fugaz cruzó rápidamente por el cielo!
—¡Una estrella fugaz! ¡Haz un deseo rápido!
Aunque el cuerpo de Yaritza se movía desordenadamente de un lado a otro, bajó la cabeza con rapidez, con los ojos cerrados, preparándose para hacer su deseo. Pero al instante, abrió los ojos y sacudió la cabeza suavemente.
—No haré un deseo. No se cumplirá —dijo con seguridad, pero también con gran tristeza.
Él bajó la mirada, con la voz profunda le preguntó: —Aún no has pedido un deseo, ¿cómo sabes que no se cumplirá?
Yaritza negó con la cabeza.
—Antes, le pedí un deseo a una estrella fugaz, le conté mi única esperanza, pero aún así no se cumplió… El hermano que me salvó nunca me amará. Diego no me quiere. Me duele mucho