Un Rey Caído, La pérdida de un reino y una Fuga de Amantes: Sangre Traicionera

"A veces es mejor esperar una puñalada por quienes provienen de tu sangre a aquellos que se incrustaron en tu corazón. Pues al final, es preferible perder litros de sangre a que perder un corazón latente. "

Parte II

Llego al castillo y apenas entro al salón varias personas comienzan a saludar y regalarme sonrisas. Devuelvo su saludo con una sonrisa igual. A veces pienso que me la paso más acá que en mi propio "Reino" por decirlo de una manera entendible.

Busco entre los pasillos a alguno de los asesores o escuderos del rey y noto algo raro. No hay ninguno cerca.

— Esto no me agrada.— Digo al mismo que busco las escaleras a la segunda planta del castillo.

Voy por medio camino cuando escucho a unos 6 metros a un par de guardas susurrar entre ellos. Trato de afinar mi vista escondiéndome tras una de las columnas y logro divisarlos. Ambos están en el pasillo que lleva a los jardines traseros agudizó mi oído y puedo saber de que hablan.

— El señor vendrá.— Dice uno de los militares rasos.

— Ya saben qué hay que hacer.— Responde uno que está de espaldas. No logro descifrar quién es.

Esto no me agrada en lo más mínimo.

Apresuro el paso al despacho del rey y al llegar encuentro la puerta abierta. Este se encuentra absolutamente solo con la vista perdida en una de las ventanas. Carraspeo mi garganta para hacer mi presencia notar y junto mis talones como saludo firme al rey.

— Alejandro... — Dice sonriendo y se acerca a mí.

— Señor.— Respondo firme.

— Descanse soldado.— Ríe y tras tomar mi mano me funde en un abrazo.— Eres como mi otro hijo muchacho, ya deja las formalidades.— Dice alejándose a su escritorio.

— Es la costumbre... — Digo rascando mi nuca. Cierro la puerta y me acerco a su presencia. — Mi madre me avisó que usted necesitaba hablar conmigo.

Éste está algo pensativo y comienza a caminar alrededor del despacho, se acerca a la puerta y le pasa seguro. Se percata que las otras dos puertas situadas a los extremos del lugar estén igual con seguridad. No entiendo qué pasa.

— ¿Señor? — Llamo su atención.

El rey se acerca a su escritorio y toma un sobre.  Con su mano, activa tras un susurro un hechizo de silencio al despacho. Nadie ahora puede escuchar de lo que hablaremos excepto nosotros. Está con un semblante serio, algo extremadamente raro en él.

— Necesito tu ayuda, alejandro.— Dice tomando de una de las repisas que quedan tras su escritorio un libro.

" Las normas y reglamentos de la nación "

Me preocupo ya que él sólo suele tomar este libro para cosas serias y casos extremos. Se acerca parándose delante de mi persona, sus ojos (A pesar de ser plateados) los noto más oscuros de lo normal.

— Alejandro, bien conoces la historia de la nación.— Asiento.— Y del cómo conocí a la madre de Isabel.— Vuelvo a asentir algo inseguro.

— Señor, ¿Por qué me menciona esto? — Pregunto sin entender nada de lo que está pasando.

— No confío en nadie mas que en mis personas más allegadas y que me conocen desde que fui alguien de tu edad. 

Pongo suma atención a sus palabras y siento que algo grande se me está por encomendar de un modo u otro, tengo un mal presentimiento y mi instinto animal me pone inmediatamente en alerta e inconscientemente mi mano viaja a la empuñadura de mi espada. El rey coloca su mano sobre mi hombro.

— Te lo explicaré lo mejor que pueda de igual manera. Pero antes necesito que me prometas algo. — Asiento.— Prométeme que cuidarás y protegerás a mi hija por el resto de tu vida.

Escucho esto y sus ojos se cristalizan. Mi piel se pone de gallina y siento mi pecho doler, creo que tengo una roca e la garganta y con dificultad y casi en un hilo de voz respondo.

— Lo prometo.

— Se cuenta la leyenda que hace millones de años, en dónde sólo existía humanidad, fe y esperanza. La luna tuvo tres hijos. Uno de ellos descendió a la tierra para dirigir el mundo y sus antiguas tribus apenas nacientes. Este les educó y poco a poco pasaron de tribus a pueblos, de pueblos a ciudades y así lentamente surgió una nación poderosa y llena de valores dignos de un ser con linaje mítico y puro. En agradecimiento el pueblo eligió a esta persona como su rey, pero más que un rey lo eligieron como su líder. Como has de deducir este tuvo su esposa e hijos y es así como el linaje de la luna de plata o "Stirpe ac lunae" descendió a los mortales. La estirpe fué yendo de hijos a nietos, de nietos a sus propios hijos y así en cada generación. Hasta, que se evolucionó y la monarquía quedó destruida. Ahí fue cuando la Estirpe se creyó perdida. Siglos después, en el tiempo que la humanidad perdió su rumbo, en ese oscuro tiempo en que se le daba más importancia a algo de tecnología que a un ser viviente, aparecieron de nuevo las guerras, las masacres, el odio, la violencia, el asesinato e inclusive el canibalismo. Las personas ó generalizando, los seres vivos se peleaban entre ellos mismos olvidando el concepto de que todos eran hermanos de una misma nación; 7 personas aparecieron para acabar con la guerra, a detener las masacres, algunos los llamaron ángeles y otros demonios.

>> Estos "7 lideres" tras años de guerras, tras años de peleas, de arduo trabajo pero sobre todo mucha fe y esperanza, al fin rigieron la nación por largo tiempo. Luego, catástrofe. Entre ellos mismos comenzaron a tener disputas y problemas. Reunidos todos acordaron recuperar la estirpe para que mandase y rigiese la nación justo como cuando lo hizo en un principio. El tatarabuelo de mi bisabuelo, perteneció a la generación del "1er Rey después de las guerras" siendo este el 3-4 rey de la nación. En este tiempo muchas tradiciones fueron recuperadas, entre ésas, la tradición monarca que consistía en que el rey debía desposar a alguien de sangre real... Hasta que ascendí al trono rompiendo esa tradición al casarme con aurora.

Escuché toda la historia con asombro, ya que mi madre siempre me la había explicado de otra manera, de una manera en que la única raza con importancia era la nuestra, la sangre pura mágica de "Los elfos, duendes, hadas y seres míticos del bosque y naturaleza" y en la que la humanidad o los demás seres que no perteneciesen a nuestro linaje sólo eran seres que mataban por poder.

— Antes de que yo fuera rey. — Aclaró su garganta y negando continuó.— Corrijo, antes de que yo naciese. Mi padre y mi madre tuvieron a mi hermano. Éste seria el siguiente en regir la nación luego del fallecimiento de mi padre. Pero algo pasó con mi hermano, y es que éste por alguna razón u otra no tenia o no había heredado la Estirpe. Había heredado algo mucho peor... Algo peor y maligno.— Al rey se le oscureció la mirada y por un momento hasta yo sentí un terrible horror.

>> No fuese hasta años después que eso que había heredado mi hermano saliese a la luz de todos y dictaminara su ya premeditado futuro, mi padre tomó una decisión . Cuando yo nací me consideraron un ser puro, ya que además de tener todas las características de la estirpe. Hay algo que sólo a nosotros nos pasa, y eso es que cuando hay la luna gigante nuestro poder se desata y nos posée durante su aparición, nuestro cabello se vuelve plateado, nuestros ojos brillan y otras características. En fin, el hecho es... Que mi padre me eligió a mí en lugar de mi hermano. En un principio a él no le importó ya que, como te imaginarás lo suyo siempre fue estar en el campo de batalla y defender ante todo el legado y nuestras tradiciones. En ese tiempo yo hice un viaje... Un viaje a otro sitio que si te explicase de igual manera no me creerías. El punto es que en ese viaje conocí a aurora y me enamoré de ella. Cuando me casé con ella mi hermano se enfureció conmigo y me amenazó de que algún día me haria pagar por haber roto la tradición que él tanto admiraba y tiempo después deseaba ser parte. Esa noche en medio de la pelea y discusión mi padre lo colocó como general del distrito 7 que es básicamente las islas que rodean a todas las naciones con excepción la nuestra y lo mandó lejos.

— Aún así... No logró captar a que quiere llegar señor.—

— A lo que quiero llegar es que... Ese día es hoy.—

En ese momento sentí mi alma desfallecer, caí de rodillas al piso y llevé mis manos a la cabeza. El rey se agachó a mi altura y me hizo verlo a la cara... Este sonreía tiernamente.

— Debemos hacer algo... Señor necesitamos.— Comencé a hablar y a caminar por todos lados mas aún así este me detuvo casi de inmediato.

— No haremos nada, alejandro.— Dijo calmadamente.

— Señor, con todo respeto pero ¡¿Acaso se volvió loco?! — Dije casi gritando. El ni se inmutó.

— Alejandro, antes que digas algo... Quiero que sepas que mi hermano no descansará hasta verme a mí, a aurora y a Isabel muertos.—

Sentí un fuerte dolor en el pecho y lleve una de mis manos a mi brazo.

— Isabel... — Susurré con la voz quebrada.

— Alejandro, esto no lo sabe mucha gente. Sólo los que se sacrificarán lo saben y están al tanto de lo que deben hacer.— dijo.

— Señor, con honor daré mi vida para...— Me interrumpió.

— No. — Dijo rotundo.— Tu no entras ahí.

Me estaba desquiciando. Ya no tenia paciencia y en un arranque u otro lo tomaría del cuello para hacerlo reaccionar.

— Señor, pero si mueren todos ustedes...—

— No moriremos todos, muchacho.— Tomó mi cabeza y depositó una leve sacudida.— No moriremos porque tú, protegerás a la última de mi sangre. A mi hija, isabel.— Asentí con dolor.— Esto lo sé porque tuve el sueño hace un par de días. Ya aurora está al tanto, la nana que cuida de Isabel también... Casi todos lo saben menos ella.

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