El cuerpo de Luke se quedó rígido al escuchar las palabras del oficial. Su lobo, normalmente intranquilo, se quedó completamente quieto, como si lo hubiera golpeado un rayo.
Con un rugido ahogado, Luke se lanzó sobre el policía y sus dedos se enredaron en la tela del uniforme mientras gritaba: —¡Te equivocas!
Su voz hizo temblar las paredes de la estación.
—¡Emma no puede estar muerta! Estaba perfectamente sana. ¡Revisa otra vez!
El oficial seguía impasible, extendiendo el certificado de defunción como una sentencia de muerte.
—Míralo tú mismo. Los registros oficiales indican que Emma Blackwood murió hace cuatro días en el territorio de la Manada Sombría. Su abogada personal lo ha verificado todo.
Las rodillas de Luke se doblaron antes de que el oficial terminara de hablar, por lo que cayó de bruces sobre el suelo de hormigón, mientras que todo su cuerpo se retorcía con silenciosos sollozos.
Detrás de él, la voz del padre de Emma se volvió salvaje.
—¡Esto es una falsificación! —agarró