—Emma... —La voz de Luke era inusualmente titubeante.
—¿De verdad estás dándole todo a Fiona? Tus empresas... incluso tu seguro.
Su confusión me tomó desprevenida, pues él siempre había insistido en que Fiona merecía más, y nunca, ni una sola vez, había cuestionado sus mentiras, pero precisamente en ese momento, estaba titubeando.
Luego, mi padre rompió el silencio, con una voz llena de aprobación.
—¡Emma, finalmente estás siendo la hermana que debiste ser durante todo este tiempo! Si solo hubieras mostrado esta bondad antes. Es un alivio ver que ya no seas tan... egoísta.
Los labios de Kane se curvaron en una sonrisa, una que no se había tomado la molestia de darme en años.
—Sí, Emma. La familia debe cuidarse mutuamente. Me alegra que finalmente hayas aprendido eso.
Su alegría debería haber destrozado mi corazón, pero todo lo que sentí fue un vacío inmenso.
No por la riqueza que había perdido, sino por confirmar lo que ya sabía.
¿Les importaría si la verdad saliera a la luz?
Luego, comenzó a gotear sangre que salía de mi nariz y manchó mi ropa de un intenso color carmesí.
—¡Emma! —La voz de mi madre era aguda por el pánico.
Yo limpié la sangre y con una voz extrañamente calmada, cuestioné: —Dime, mamá... ¿me echarías de menos si muriera de esta enfermedad?
Ella se apartó como si yo le hubiera lanzado una maldición.
—¡No seas absurda! Tu loba es la más fuerte de todos nosotros. La Diosa Lunar nunca dejaría que una enfermedad te llevara.
Papá asintió, y girándose hacia Fiona, comentó: —Tu mamá tiene razón. Es por Fiona por quien debemos preocuparnos ahora, pues su loba todavía está débil por el ataque.
Jim, como todo un cachorro fiel, se apresuró a acercarse a Fiona.
—Exactamente, mamá, siempre te recuperas pronto, pero Fiona necesita de nosotros.
Al escuchar aquellas palabras, algo dentro de mí se rompió.
No era rabia, ni dolor, solo... una certeza de que era el final.
Me giré hacia Jim y con una voz sorda, le pregunté: —Siempre has querido que Fiona sea tu madre, ¿verdad?
Después de eso, hubo un momento de silencio.
—Felicidades, pues a partir de ahora, ella lo será. Yo no me interpondré en tu camino.
—¿De verdad? ¡Qué maravilla, mamá! Nunca pensé que estarías de acuerdo esta vez.
Yo sonreí suavemente.
—Sí, Jim —Mi voz estaba vacía, ya que el último hilo de esperanza se había roto en ese momento.
—A partir de ahora, puedes llamar a Fiona "mamá". Ella estará contigo para siempre.
La cara de Jim se iluminó de triunfo.
—Eres la mejor, mamá. ¡Te quiero!
Él, ansioso, le dio un beso a Fiona en la mejilla y su risa resonó por la habitación como una campana de victoria.
Mis padres intercambiaron miradas engreídas y satisfechas, como si finalmente hubieran ganado una batalla esperada desde hacía tiempo. Kane acarició el cabello de Jim aprobadoramente, mientras Luke se preocupaba por Fiona como si fuera de cristal, murmurando para que esta descansara.
Yo estaba allí, pero era como si fuera invisible.
Ellos eran la familia perfecta: cálida, completa y unida.
¿Y yo?
Yo era la pieza sobrante y olvidada.
No me dedicaron ni una sola mirada o palabra, por lo tanto, me fui.
Caminé hacia el Lago de la Luna, el lugar al que durante años les había rogado que me llevaran.
—El próximo verano —Siempre decían —, cuando estemos menos ocupados.
Mentiras, todas eran promesas vacías, por tanto, en ese momento iría sola.
Pero mi cuerpo me traicionó y a mitad del camino, mi loba se rendió, pues su fuerza se había agotado y su espíritu estaba roto. Mis piernas se doblaron y todo a mi alrededor comenzó a dar vueltas.
Yo tenía una última salvación, por lo que con los dedos temblorosos, marqué el número que no me atrevía a llamar desde hacía años, el único que quizás todavía se preocupaba por mí.
Luego, la oscuridad se apoderó de mis ojos.