Samantha sintió un frío electrizante recorrerle la espalda. Sus hijos no podían andar por ahí, y mucho menos con Javier en ese lugar.
¿Qué pasaría si los veía? Aunque fuera improbable que reconociera algo, ella no estaba dispuesta a correr ese riesgo. Ni siquiera por azar quería que se cruzaran con él.
Por eso siempre había vivido detrás de un seudónimo y un rostro oculto. El éxito arrollador y la presión de los fanáticos la habían obligado a salir a la luz, pero en verdad lo había hecho solo por una persona: su mejor amigo y editor, Alex Cooper.
Él no solo la había impulsado en su carrera de escritora, también había estado a su lado criando a sus hijos. Solo por esa lealtad había aceptado regresar a Buenos Aires, una de las ciudades más importantes para la presentación de su libro.
Claro, Alex nunca supo la verdad de su pasado, y mucho menos quién era el padre de los niños. Nadie lo sabía, excepto su asistente y Ana, que la había acompañado desde siempre. Esa era la razón de su