Madrugada del 21 de septiembre
Ha llegado este momento que no quería que llegase, son mas de las doce de la noche y estoy queriendo retenerla lo más que puedo, pero que Carlos este conduciendo el coche, no ayuda en nada. Ella está incomoda y evita cualquier mirada que pueda delatar lo que ha sucedido entre nosotros en Los Ángeles.
Respiro profundo, me inclino hacia ella y le doy un beso en la mejilla —Que tengas buenas noches. Nos vemos mañana para ir a Georgia.— Le digo y ella deja un beso en mi mejilla.
Ese beso me ha quemado por dentro y estoy aquí haciendo un esfuerzo por respetar lo que hemos acordado. —Buenas noches, hasta mañana.— Dice y finalmente baja del auto con su pequeña maleta.
Cierro la puerta y me quedo observando sus andares. Esos andares que me podrían llevar al mismísimo infierno si quisieran y que cuando se hacen present