Luego de un rato el doctor Álvarez llego por ella y se dirigieron al lugar donde la fiesta tendría lugar.
Al bajar, el aparcacoches se llevó el auto y ellos se dirigieron hacia la entrada; donde un par de empleados tomaron sus abrigos. En ese momento, Emma se sintió aún más insegura e incluso estuvo a punto de echarse a correr fuera de ahí.
—Ni se te ocurra —le advirtió el doctor.
—No sabe lo que estoy pensando —respondió segura de que era de tal modo.
—Te conozco. Sé que quieres salir de aquí a como dé lugar, todo porque no te sientes cómoda —afirmo y es que la conocía muy bien, después de todo llevaban años conviviendo.
—Bueno, en efecto lo sabe. Es solo que no me siento bien en este lugar —le aseguro con honestidad.
—Lo entiendo, pero recuerda que lo estás haciendo por mí; así que calma. Te ves bellísima, te aseguro que voy a ser la envidia de todo el lugar por tenerte de mí brazo —afirmó con sinceridad y es que lo creía de ese modo.
—Si, claro —respondió con sarcasmo, pues ella nu