11.3

Está petrificado frente a mí, con las pupilas ligeramente dilatadas y la mandíbula tensa. Ladeo el rostro y aleteo las pestañas lentamente con inocencia, ocultando mi diversión creciente. Ojalá tomara la iniciativa y me besara como anhelo. Que me tome como le dé la gana, mientras pueda tener su boca sobre la mía y el calor de su cuerpo explorando contra mí. Hago un mohín y recuerdo lo que dejó sobre la silla.

—¿Qué hay en la mochila? — pregunto, señalando ligeramente con el mentón.

Estudia mis ojos, antes de erguirse, separándose de golpe de mí y mostrándome toda su altura. Maldita sea, se ve delicioso con esa camiseta azul oscura, chaqueta de cuero que hace que su pecho se vea amplio y esos pantalones ajustados oscuros que se adaptan a su culo perfecto cuando me da la espalda un segundo y alcanza el bolso.

—Para ti — dice, con voz ronca.

Carraspea, limpiando su garganta y me mira con seriedad.

No puedo evitar sonreír, y sin apartar la mirada risueña de él, abro la mochila y hurg
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