Capítulo 21

Alguien creyó original adornar las cornisas del colegio de las hijas de Uriñes con figuras de niños leyendo, pintando, jugando. Simulaba gárgolas de una naturaleza infantil. El resultado era grotesco en realidad.

Inmersa en esos pensamientos, sentí el tacto de Martina, la hija pequeña de mi compañero de la comisaría. La niña me saludó efusiva, quería mostrarme la botella con algodón y guisantes florecidos que traía en las manos.

Uriñes se acercaba a nosotras, sonriente. ¿En verdad este sujeto tiene una sonrisa tan atractiva o soy yo que hoy todo lo veo diferente?, pensé. A lo lejos, la hija mayor - nunca recuerdo su nombre - farfullaba algo sobre que iban a llegar tarde a la primera clase.

Martina me preguntó qué si prefería las clases de lengua o las de ciencia. Le contesté que era una eterna enamorada de las matem

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