Capítulo 24

Entré a mi edificio y en automático me quité los zapatos. Los pies me dolían. Mis botas no tenía un tacón alto ni fino, pero yo estaba agotada de llevarlas después de más de 14 horas seguidas. Subí hasta mi apartamento para encontrarme con una sorpresa.

Mateo estaba sentado en el suelo, recostado a mi puerta. Tenía el chaleco del traje sobre las piernas, la camisa blanca remangada y la corbata deshecha. A su lado, una caja de pizza y un six pack de cervezas. Parecía dormido. El cabello largo, algo encrespado, caía sobre sus hombros de una forma casi angelical.

Como no tenía zapatos puestos, él no consiguió despertarse con mis pisadas. Me acerqué lo más que pude y le di un beso en los labios. Nada: otro. Entonces reaccionó. Sin abrir los ojos esbozó una sonrisa y susurró que era una perra por hacerlo esperar tanto.

Sonre&iacu

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