Capítulo 3 La Amante

Úrsula avanzaba por el amplio corredor en dirección a la oficina de Calvin, su vestido de flores azules era realmente hermoso, el cabello rubio recién cepillado había quedado perfecto, un corte arriba de los hombros le hacía lucir sensual, sabría apreciarlo el hombre que ahora estaba detrás del archivo revisando unos documentos.

Se detuvo y con suma delicadeza cubría sus ojos.

-Oh…creo que eres un fantasma, hazte visible ante mi-.

Las carcajadas no se hicieron esperar.

-Veo que has acertado, soy tu fantasmita travieso-.

- ¿Que tan travieso será este fantasma? Calvin recorría sus caderas, alzando la amplia falda de Úrsula acariciaba su piel.

-Es enloquecedor tu perfume-.

-Deja, podrían vernos…eres un hombre casado con promesas que no cumplirás nunca-.

-No empieces de nuevo, hasta cuando te tendré que repetir que no puedo divorciarme aun, Madelin… tu no tan tonta primita me dejaría en la calle, ¿Crees que se va quedar sin nada? La casa y la mitad de esta empresa le pertenecería…no seas incauta ridícula-.

-Calvin, ¿Por qué siempre me ofendes? -.

Calvin le miraba con fastidio absoluto.

-Mira Úrsula es mejor que te vayas acostumbrando a mi tono de voz, no estoy para cursilerías, si deseas alguien cursi, búscate un chiquillo que te lleve serenatas y flores, yo te doy lo que tú quieres-.

-Perdón-.

Calvin se acercaba a ella para llevarla sobre el escritorio y allí darle un par de caricias, sus manos bajaron su ropa interior y le dio el placer que ella requería, una vez que concluía se alejaba con dirección al baño, se limpiaba el rostro, y acomodaba su ropa, Úrsula acomodando su vestido, se sintió embargada por una profunda decepción, amaba inmensamente a Calvin, pero le destruía a la misma vez. Calvin notó que su rostro tenía culpa y quizás esa estupidez de la decepción, tenía que tenerla de su parte, Úrsula era dueña de un gran negocio de materiales para construcción, dos casas y un buen seguro que su marido le había dejado. Era viuda, treinta y dos años, algo tonta, ingenua y carente de malicia, que mejor plato servido para Calvin que una verdadera rubiecita, sexy y nada más, eso sí con dinero en su cuenta personal.

Úrsula tomaba su bolso, mientras una pequeña lagrima rodaba por su mejilla, se despedía con poca efusividad lo que captó la atención en Calvin, le hizo además que le mirase, ella levantaba su rostro con ojos enrojecidos.

-Creo que lo nuestro no va a ningún lugar, es una relación donde solo me quitas la ropa y una vez concluida la sección, vete Úrsula, me abrumas…no tienes tiempo-.

-Vaya, y yo te pensaba decir lo contrario…. Te amo, solo que no sé cómo expresarlo de mejor manera, no tuve padres cariñosos como los tuyos, abrazos, besos, solo golpes, un padre alicorado que solo sabia golpear y gritar…pero tú no entiendes eso-.

-Lo siento mucho-. Úrsula se disculpaba-

-Claro que no lo sientes, yo era maltratado mientras tu quizás eras cubierta de vestidos y caricias de tu madre-. Calvin ahora miraba por la ventana, apoyando su mano sobre el amplio cristal, se lamentaba de no poder abrazar a su padre y decirle cuanto le amaba.

-Debiste sufrir mucho-.

Calvin la tomaba en brazos.

-Es muy serio lo que hablo Úrsula, es muy serio-.

-Lo sé...-.

El la soltaba dándole un beso en su frente.

-Esta noche para que veas que puedo llegar a ser romántico, iremos a ver una película-.

-Oh, que hermoso detalle de tu parte-.

-Quizás te lleve alguna flor del jardín de la señora Madelin, tiene bonitas flores, y siempre vives hablando de su encantador jardín-.

Úrsula soltaba una pequeña risa apagada.

Se despidieron con un beso lleno de pasión.

Madelin tomaba sus llaves mientras Mai la seguía, entraron en el auto el cual se colocaba en marcha por la amplia carretera hasta llegar a su destino. Mai saltaba de alegría, era evidente porque su cola no paraba de agitarse, se acercaba a ella por una galleta, le daba la mano. Mai era mejor compañía que Calvin.

-Compañerito te has ganado esta enorme galleta, daba la galleta con efusivas palabras de recompensa.

Se quedó mirando a Mai quien había devorado su premio, y le miraba con aquellos ojos profundos, ¡como diciendo… ¡Vamos Madelin, el tiempo apremia! Tenía razón y prisa, les esperaba un lugar con vistas preciosas, era un descanso bien merecido.

Como Calvin no tendría tiempo para ella, entonces ella se daría un buen espacio de tiempo, tomando la cesta y las botellas de refrescos, guardó todo, regresaba para asegurar la casa, al girar sobre sus talones Úrsula hacia su aparición frente a ella.

-Madelin…te tomé por sorpresa lo sé, pero podemos tomar un café, traje pan y pastel de fresas-. Úrsula le miraba con bastante inocencia.

-Uh…bien, un café no está nada mal para esta belleza que ven mis ojos, eso sí, no podré quedarme mucho tiempo, Pamela llegará en unas dos horas, así que te hará linda compañía-.

-Pensé que quizás te darías unos minutos para charlar-.

-Lo siento, estoy aprovechando estos días al máximo-. Madelin tomaba su cesta, bolso, y llaves del auto, era un perfecto plan que no pensaba cambiar por nada del mundo, ni siquiera por Úrsula y un pastel.

-Bien mejor me iré, esta noche tomaré un poco de aire ya que…-.

-Qué bueno por ti cariño, me parece bien, lamento que sientas que me deshago de ti a prisa, pero debo aprovechar mis días de descanso, Calvin tendrá mucho que hacer, el pobre solo trabaja-. Los ojos de Madelin hicieron un gesto de tristeza.

-Calvin quizás esté pasando un mal momento-.

-Siempre tiene malos momentos querida, aunque es su excusa preferida, siempre tiene excusas, algún día lamentará su vida, pero será algo tarde-.

- ¿Porque lo dices?

-Porque al final la maldad es devolutiva-.

Madelin subía al auto y se marchaba, dejando a Úrsula con una gran cantidad de miedos y temores. Salia del sendero para subir a su auto, aun pensativa, ella amaba perdidamente a Calvin, quizás decidiera divorciarse de Madelin, por lo que observaba el matrimonio no iba bien, en cualquier momento ellos terminarían. Colocaba en marcha su auto, tenía tres horas para dejar todo acomodado en su tienda, cambiarse, y estar lista para ir a cine, por fin Calvin accedía a un detalle como este, le encantaba el cine, el romance, las flores, pero Calvin no era de esos.

En un instante sus hermosos ojos, lucieron tristes, era un papel que le quedaba bastante mal…el papel de la amante.

Calvin realizaba varias llamadas, estaba molesto en gran manera, los trabajadores le habían dejado a medio terminar los detalles, se quejaban por el pago, cierto era que les debía una semana, pero tampoco era para que hicieran tanto lio, se aprovechaban que los requería, salió rumbo a la construcción, conducía con verdadera rabia, y fastidio. Una auto venia hacia él, era el auto de Madelin, ¿Qué demonios estaba haciendo por esos lados, y hacia dónde iba?, se atravesaba un poco obligándole a detenerse.

Se acercaba a su auto.

-Veo que vas de paseo-. Miraba la cesta y el perro atrás.

-Te dije que entregues ese perro, no es nuestro, aunque desde que no tenga que alimentarlo, ni me interesa-.

-Voy a un día de paseo, creo que no tiene nada que ver contigo, pero si con mi descanso, bien Calvin que tengas un buen día, llegaré en la tarde, te preparare la cena, así que llega temprano por una vez en tu vida…pareces el hombre más ocupado del mundo-.

-Lo soy-. Su risa era irónica. -Además iré a caminar por ahí y tomar algo con los chicos, no me guardes cena-. Se alejaba.

-Mai, no haremos cena, espero que no llegue con otra idea, siempre lo hace-.

Mai ladraba fuerte, quizás en aprobación a sus palabras.

-Buen chico, siempre entiendes todo-.

Seguía conduciendo, en el camino se cruzaba con Candela quien le saludaba desde su coche.

-Hola Madelin, que ven mis ojos, ¿Acaso descansando? -.

-Si, así es, y en buena compañía, iré a tomar aire fresco, me encanta-.

-Pues me parece una estupenda idea, hay que hacerse sentir, Calvin no se porta muy bien a veces, tu disfruta tus días de sol-. Agitaba la mano y continuaba su camino. Respiraba el fresco aire, esa noche tenía una tarea que hacer, localizar el dueño de Mai, aunque se estaba encariñando con la mascota, y por lo que se veía, él también estaba entretejiendo un lazo de amistad con ella.

-Seremos muy buenos amigos Mai, siempre quise un amigo como tú, especial, confidente, cariñoso, tierno y protector-.

Continuaba hasta llegar al lugar, descendieron del auto para tender en el verde prado su mantel y disfrutar del día.

Pasaron el día caminando, corriendo, tomando sol, Mai jugó a recoger las pelotas que ella le lanzaba. Luego cuando el atardecer llegaba, el sol se ocultaba dando unos colores esplendidos.

Madelin sonreía, ese día, había sido uno especial. Regresarían a casa, y otra noche de descanso la invadiría. Después de cenar iría a dormir.

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