El túnel era largo, húmedo, angosto. La respiración de Sophia era un silbido irregular, mientras corría sin mirar atrás. A su lado, Castor apretaba los dientes, soportando el dolor de su brazo mal vendado. Xavier tropezaba, se volvía a levantar, apretando los puños como si fueran anclas que lo mantenían a flote en medio de una tormenta.
Pasaron una puerta abierta y una segunda clausurada. Bajaron una pequeña rampa. Luego doblaron hacia la izquierda, guiados por un cartel metálico oxidado que decía Vestuario Locales – Prohibido el paso. No se detuvieron. Ni un segundo. Ya no había nada en el mundo que pudiera hacerlos parar. No llegados a ese punto, y mucho menos tan cerca de Thomas.
Al entrar, un olor a linimento, sudor y caucho caliente los envolvió.
Había toallas desordenadas, botines desperdigados por todo el piso, medias y camisetas ensangrentadas y sudadas, restos de vendaje y botellas de agua medio vacías. Un murmullo de voces masculinas y radios encendidas vibraba como un enjam