La casa de su padre estaba repleta. Música, risas, voces mezcladas en un bullicio constante. Zara brillaba en el centro de todo, rodeada de amigos y familiares que celebraban su vigésimo cumpleaños con la energía caótica que solo la juventud permite. Thomas estaba ahí por obligación. De verdad deseaba ver a su hermana, pero enterarse de que Verónica estaba invitada a esa fiesta era algo que lo ponía nervioso. Había inventado una excusa, aprovechando de que Sophia estaba con gripe y que posiblemente él también estaría incubando el virus; pero su padre había insistido, y Xavier había querido venir, aunque se mantenía pegado a él, incómodo entre tanta gente.
—¿Seguro que no quieres quedarte con la abuela? —le preguntó Thomas en voz baja.
Xavier negó con la cabeza.
—Quiero ver a Zara.
Lo entendía. Zara estaba demasiado ocupada para prestarle atención a su sobrino mayor, rodeada de muchachos guapos y amigas que seguramente envidiaban su belleza. Thomas, como buen hermano mayor, siempre la