Mundo de ficçãoIniciar sessão[CHRISTIN]
Fue casi como una maldición, que acarreaba tantas cosas, y aquel incidente solo me daba la certeza de que algo estaba mal conmigo.
—¡Tú la cerraste para fastidiarme! — vociferé, acusándolo con mi índice en su pecho. — ¡Abre ya!
—¡Déjame en paz, loca! — bajó mi mano y caminó a la puerta. — ¿Crees que deseo estar encerrado contigo?
—¡Creo que te encanta hacerme la vida imposible!
—¡Apenas y te conozco…!
Nos detuvimos cuando otra turbulencia, un poco más violenta que las anteriores, cerró con fuerza la tapa del baño y sacudió la cabina del baño.
Lo empujé y arremetí contra la puerta, dando grandes palmadas pidiendo ayuda con mucha desesperación, esperando que en medio de todo aquel ajetreo, alguien me escuchara y abriera la puerta.
—Es inútil, en este momento no deben estar dejando a nadie que esté fuera de su asiento.
—¡Cállate! ¡Ayuda! — grité al borde del colapso.
—¡Hubiera salido del baño al ver que estabas vomitando!
—¡¿Y por qué no lo hiciste entonces? ¡Ni siquiera te conozco!
—¡Pues porque estaba sujetando tu cabello!
—¡Estabas fumando!
—Mientras te sujetaba el cabello con la otra mano.
Lo miré con mi cara de… "no lo sé, Rick, parece falso"
—Pues yo no lo sentí… — dejé las palabras en el aire cuando el avión se inclinó de lado izquierdo y me fui hacia atrás, pegando con mi espalda en la puerta de la cabina, mas no podría explicar todo lo que sentí, cuando el sujeto de ojos grises y cabello castaño oscuro, que además era más alto que yo, se deslizó hacia delante y chocó contra mí, dejando mis senos contaminados con su fornido pecho y sus labios a unos pocos centímetros de los míos.
—Estamos entrando en una zona de alto riesgo, se aproxima una tormenta eléctrica y es posible que las turbulencias continúen por unos minutos, les pedimos no levantarse de sus asientos y usar el equipo de resguardo y seguridad para evitar lesiones…
El piloto seguía hablando, pero yo estaba más concentrada en el color tormenta de sus ojos, en la forma en la que sus labios buscaban los míos casi en un roce y ahora sí, podía decir que lo sentía, sentía más de lo que debía sentir, de hecho.
Una vez más el avión pareció volver a la normalidad y en cuanto pude, puse distancia entre él y yo. No discutimos más, estabamos demasiado taciturnos en lo que acababa de pasar, que no era capaz de formular de nuevo mi reclamo.
El avión se fue lado de nuevo, está vez, del lado derecho, las cosas que estaban adentro del pequeño botiquín tras la puerta del espejo, salieron regadas por toda la cabina, desperdigandose por todos lados.
El sujeto de hermosos ojos tratabilló hacia atras y cayó se tardó sobre el inodoro, y por más que yo traté de sostenerme de la puerta, fue inútil, me deslicé de igual manera y caí sentada sobre su regazo, con mis piernas abiertas.
¡Mierda!
El avión temblaba horrible y se sentía como si fuéramos Cate do en picada, pero luego se templaba y no me permitía levantarme, pues cada vez que lo intentaba, volvía a caer con fuerza sobre sus piernas, haciendo fricción entre su miembro, el cual por alguna razón estaba despierto y mi sexo, que estaba más que expuesto a esos golpes, pues llevaba puesto un vestido holgado de tirantes y una braga de blonda super delgada.
Era una mala jugada del destino ponerme justo en esta situación, pero no era algo que pudiera evitar. ¡Era culpa de los pilotos!
Suspiré fuerte y tragué saliva, cuado sentí aquello duro presionar mi sexo, me intenté levantantar de nuevo, pero no pude, sus manos me detuvieron de la cintura y me hizo caer de nuevo y con más presión sobre su erección.
—¡Déjame...ir!.—
—De acuerdo.
El idiota me soltó justo cuando el avión estaba en la parte más terrorífica de la turbulencia, dejándome caer de trasero al suelo.
¡Dolía!
¡Desgraciado!
—No tienes idea de cuánto te detesto. — solté, masajeando la parte adolorida de mi trasero.
El avión de pronto pareció estabilizarse y por el anuncio del capitán, diciendo que ya habíamos pasado el ojo de la tormenta, supe que ya estábamos a salvo, dentro de lo que cabe, porque para mí estar a salvo incluía estar lejos de ese sujeto.
Se levantó, intentó abrir la puerta y seguía estando cerrada, se dió la vuelta, bufó y se cruzó de brazos—. El sentimiento es mutuo —espetó.
Lo ignoré y me levanté despacio, rogando en mis adentros que alguien abriera la puerta y me librara de esta odisea.
Pero no funcionó.
Media hora más tarde, alguien se digno a abrir la puerta, pero lo peor ya había pasado, pues llevaba mi traseros dolorido y parecía que había tenido sexo con ropa en la dichosa cabina.
El tipo de ojos tormenta había salido con una sonrisa burlona en su rostro hacia su lugar en el avión y yo regresé rápidamente a mi asiento, al lado de la ventana.
—Te ves del asco —me miró con miedo y con un poco de confusión, Susan.
No tenía ganas de hablar, no quería tocar ese tema jamás y si era posible, esperaba que no volviera a repetirse, tampoco quería saber más de aquel tarado.
Estaba pasadito de bueno, pero no quería saber nada de él, o de algún hombre en mi vida.
—Estoy bien, fueron las turbulencias, es todo. — le corté el tema—. ¿Y el Santa malvado?.
Lanzó una carcajada. — se pasó a turista. Dijo que prefería eso a lidiar con nosotras. ¿Puedes creerlo?.
Sí.
—No, qué raro ¿No? —ambas reímos.
Con más calma y en completa serenidad, llegamos a nuestro destino, esperamos nuestras maletas y estando en la entrada del aeropuerto, llamé a mi hermano que para que me viniera a traer, pero al parecer estaba demasiado ocupado, pues tardó casi dos horas en llegar a traernos.
—¡¿Es enserio, Christian?! — le di una patada a la parte delantera de su auto apenas se parqueó.
Salió hecho furia con sus mejillas infladas y su cara de consternación, revisando que no hubiera rayado su preciado IQ SPORT.
—¡Oye! ¡Calmate, salvaje!
—¡Te hemos esperado dos horas!
—¿En serio? Creo que estás olvidando que a mí me tratan como el chófer de la familia. — enarcó una ceja.
Poniendo en perspectiva, tenía razón, el rubio de ojos azules tenía toda la razón. Pero ¿Qué podía hacer? Era el único que había pasado la prueba de conducir y tenía un auto genial, (al que acababa de patear), además de ser mi único hermano que además era como un cómplice y mi más grande confidente.
Christian era mi alma gemela, porque aunque nos llevábamos un año de diferencia, siempre había estado para mí y yo para él, en aquel entonces yo lo fastidiaba diciéndole que era mi mascota y él me fastidiaba disfrazándose de monstruos para que al despertar, cayera asustada de la cama.
Mi amiga, que se había quedado pasmada, viendo a mi hermano, tragó saliva y me cuestionó en un susurro, mientras él seguía revisando su coche.
—¿Él se llama Christian y tú Christin?.
Asentí. — digamos que mamá se emocionó con el nombre de papá y lo llamó de esa forma, y a mi, pues bueno, fue una historia muy similar.
—Vaya...es… extraño pero me agrada. — mostró su blanca dentadura.
—¿Subirán o no?— preguntó mi hermano, parado en la puerta del piloto.
—No fastidies, Chris, o le diré a papá. — resopló y rodó los ojos.
Amenazar con acusarlo con papá siempre me daba resultado, ya qué parte del casino sería, quitarle su preciado auto y renegarlo de la empresa de los abuelos.
Subimos al auto, mientras él metía las maletas en el baúl. Al terminar, rodeó el auto y subió a mi lado, tras el volante. — ¿Qué traen en esas maletas?— preguntó severo. — ¿Piedras?.
Susan se inclinó sobre mi asiento, lo vio de lado y mordiendo su labio inferior, dijo con coquetería. — lubricantes y estimuladores.
Al escuchar aquello reprimí una risa y negué con la mirada puesta en la ventana.
Si con eso, Christian no caía en cuenta de lo que mi amiga estaba haciendo, entonces es porque de verdad estaba ciego.
Después de salir del estacionamiento del aeropuerto, pusimos música en alto volumen y cantamos fuerte hasta llegar a casa.
Apenas crucé aquella puerta, cientos de abrazos nos recibieron, y no solo a mi, a Susan también, y ella parecía estar más que felíz de estar aquí.
La cuestión fue cuando al levantar la mirada hacia la puerta que daba a la sala de estar, mis ojos se tornaron borrosos.
Quizá estaba viendo mal.
Cindy cruzó por el marco y me abrazó "contenta", dándome la bienvenida, pero yo no podía dejar de verlo y él… él me quemaba entera con sus ojos recorriendo mi cuerpo "disimuladamente"… debía ser una malnacida broma
Cindy lo abrazó entonces y llamó la atención de los demás miembros en la sala, solo para decir algo que a la larga, si es que no era hoy. Me rompía el corazón.
—Ahora que estamos todos juntos, quiero informarles que Aarón y yo, nos vamos a casar…
Ella estaba feliz pero yo…
Quería que me tragara la tierra.
¡¿Casarse?!







